BALAUSTRADA DE UNA MENTE ENFERMA...

lunes, 17 de enero de 2011

DIARIO ABSTRACTO: Desesperanza

Me imagino en un bajel luchando contra el naufragio, achicando agua salada sin remisión, reviviendo en cada momento una pesadilla de la que no termino de despertar.

Las olas empujan mi gran esquife contra las rocas con la malsana intención de destrozarlo.
Carezco de medios para evitarlo: sólo puedo lamentarme y clamar al cielo, maldecirlo por la nula ayuda que me ha prestado.

Tras de mi perecerá la tripulación. Mi vida pende de un hilo: las suyas dependen de la mía.

Moriré. Lo sé. No me apena. La rabia que me consume es saber que ya no soy salvación para tan frágil mercancía.

No importa: procuraré que caigan unos pocos antes de decirle adiós a esta mierda de vida. Lo juro.

jueves, 13 de enero de 2011

FEBRIL...

Devastador. La enfermedad ha derrumbado mi ánimo hasta límites no alcanzados hace mucho. De la alegría de las fiestas a las miserias de las salas de enfermos.

Constato que la perfección de nuestro cuerpo que algún eremita loco proclama a los cuatro vientos, éste supuesto ser creado como espejo de una divinidad es, por desgracia, un error de la naturaleza.

El sistema inmune, el mío, es penoso. Su protección se basa en infectarse de cualquier cepa vírica que pulule por la faz de este engañoso mundo. Casi prefiero involucionar y revolcarme en el barro de las fases simiescas del ser humano.

Garganta bloqueada, nariz taponada, ojos nublados, oídos retumbantes, cabeza embotada... Y llega la fiebre, como a oleadas. Te va partiendo el ser maltrecho. Frío, calor, de nuevo frío... El entorno pierde la importancia de su existencia, nada ni nadie es válido consuelo. Las distracciones, si las hay, son meras comparsas del mal que se apodera de tí.

La gente a tu alrededor, preocupada. Y tú con deseos de soledad. Te hablan, te miman. Pero sólo agradeces el silencio. Te cuidan amorosamente. Y la temperatura hace que delires sobre dulces fines de tu existencia.

Llevo un mes inutilizado. Alterno fechas geniales con días de mierda. Menuda suerte la mía. Mejor y más productivo me hubiera sido saber invernar. Ahora se que tengo sangre, si, pero mísera y depauperada. Ya me lo dice mi padre siempre. Y qué razón tiene.